Sigue el atropello a la producción y el trabajo, para mayor degradación del Estado que, tras devastarlo será sepultado por el centralismo, que quiere ingresos económicos que no se generan, para compensar el verdadero déficit existente. Todos los recursos económicos deben alimentar las arcas del Estado que odian para pagar a los acreedores internacionales.
Vuelvan a preguntarse el por qué del modelo, y de los reiterados endeudamientos mientras vaciaron la plaza de dinero. Redujeron y prohibieron aumentos salariales ante la realidad de la canasta de consumos cada vez más inalcanzable. Generan una verdadera destrucción de estructuras y del tejido social a cuyos integrantes barren hacia la miseria extrema.
Todo lo que tenga un fin social se reduce mientras en las calles se reprime el reclamo popular, la tarea periodística y sepultan el derecho de huelga no con fines especulativos como dicen, y sí contra las injusticias y los atropellos que multiplican a diario, desde un gobierno reñido con las pautas de una Democracia acorralada bajo amenazas inescrupulosas.
Mientras tanto aflora la brecha en un oficialismo que arma y desarma para la liquidación del aparato productivo nacional, enfrentando a todos los sectores de una sociedad que en parte lamenta, haber creído en un cambio que es una vuelta a un primitivismo sobrecargado de intereses ajenos a la soberanía, la producción nacional, el federalismo y contra la institucionalidad estatal, herramienta fundamental del desarrollo histórico a pesar de las desestabilizaciones, y necesario rector del futuro acompañando a las fuerzas de la producción y el trabajo, evitando la invasión desmedida del valor agregado extranjero.
La libertad no es tal, aumenta la censura y las amenazas, mientras que la miseria resta, corroe y destruye la merecida dignidad de la sociedad argentina sin distinciones xenofóbicas.
