La Democracia a medida que avanzan los criterios basados en ideas extremas derechizantes de la vida cotidiana, demuestra las bondades como sistema de convivencia. Claro que quienes asumen posturas tendientes a la violencia sicológica o física, abusan del sistema que como se ha dicho, es mejorable, pero no superable.
Abusan de mensajes con los que tienden a dictar sentencias constantes, cual si fueran los jueces naturales de un sistema que no necesita de verdugos, y si mucho de la reconstrucción. Es un modelo violento con el que quieren erradicar derechos incluso a quienes han cometido delitos, que merecen juicio y defensa, que dependen de quienes ostentan la autoridad competente. Letrados todos, deben analizar la acción delictiva, los cargos y disponer, proceso mediante, la sentencia que corresponda, y no la que quieran los que niegan la Ley.
Surge lo significó un maltrato a una periodista, que pareció acosada con la versión sobre que una persona presa no está privada de la libertad. Negar la privación de la libertad es no comprender la Justicia.
Privar de la libertad corresponde tras el proceso judicial, sin que ello signifique ingresar a una mazmorra. Las cárceles no deben ser espacios de torturas que provoquen sufrimientos. El aislamiento conlleva un proceso correctivo no vergonzante, no torturador ni doloroso.
El rigor no erradica malas conductas, y como se ha comprobado, las fortalece a partir del rencor por el mal trato y la injusticia. De allí que no es lo más preciado promocionar la mortificación de los condenados a cumplir pena juicio mediante.
La violencia física es infrahumana y no debe ser parte de la sanción. Estar preso por delito cometido significa privación de la “libertad personal ambulatoria”, y no motivo de maltrato. La pena es el encierro no el castigo físico ni la indignidad en el alojamiento.
Todos tenemos la obligación de respetar los derechos, cualquiera sea el rango que se ostente.
