Desde la ciudad de Neuquén, sin perjuicio de la provincia; que hace muchos años fue llamada la “capital de los Derechos Humanos” vale ratificar que ese clima de convivencia es el necesario para el equilibrio. Salvo en los tiempos de las dictaduras cívico militares, en todos los gobiernos electos hemos tenido en más o en menos, seguridad personal y laboral.
En cambio en la capital federal, que sigue siendo el epicentro de atención de gobiernos nacionales; el clima laboral para el periodismo en sus variadas facetas y líneas de pensamiento, se complica peligrosamente. Al extremo de atacar y ofender, con denuncias judiciales a diversos/as periodistas, víctimas del que ostenta el máximo poder en el ámbito ejecutivo, sin que desde los otros poderes del Estado se advierta sobre la pérdida del equilibrio, ruptura de límites en expresiones coartando difusiones y en definitiva; para establecer la censura. Antes decían que querían preguntar y hoy no los dejan hablar.
Se ejerce la fuerza con armas y recursos de la Nación, sin respetar el ejercicio del periodismo; y el derecho de los postergados por un sistema desnaturalizado con vaciamiento desde la evasión de aportes al sistema previsional.
Se ha transformado el ámbito de la información en un espacio en el que las opiniones son acusadas de falsedades, y se actúa con rigor prohibitivo ante el desempeño informativo. Operan como observadores y asesores del rigor que ejecuta personal y públicamente el presidente de la Nación. Una realidad que amenaza a la Democracia, al libre pensamiento y al cuidado de la difusión con violencia persecutoria.
Ese es el ejemplo que se difunde desde la Casa Rosada, cual residencia monárquica e inapelable. Volvamos al mensaje en el que se destaca la función necesaria del periodismo pero que luego se ubica de espaldas al respeto y a la labor crítica incluso, cuando la injusticia prevalece por sobre las obligaciones de servir al Estado que en definitiva es servir al pueblo.